… cuáles son las cosas verdaderamente importantes, aprendí que el amor no se compra, que el amor no se mendiga, que el tiempo vale…
… que los recuerdos son parte de nuestra riqueza espiritual, que la vida tiene segundos de felicidad que apenas los podemos sostener, que merecemos oportunidades, tolerancia, certeza, seguridad, que somos vulnerables a la ternura y que no podemos sobreponernos al maltrato, que debo dar todo el tiempo para ser reconocida, de lo contrario no merezco tu mirada, que cada minuto debo pensar en lo que te enamora porque sino me hundo en tu rechazo.
Con vos aprendí el sacrificio que requiere el hecho de sostener una relación; aprendí a ser mártir, aprendí a sentirme triste, desahuciada; aprendí a arriesgarme, a enfrentarme a todos, a pelear por lo que creo que he ganado; aprendí a ser ilógica, fantasiosa, idealista, a creer en lo que ambicionaba, en lo que quería conseguir, aunque no fuese algo que me hubieses prometido; aprendí a ser deshonesta conmigo, a aceptar que me escatimes tus sentimientos, a tolerar que mires para un costado, que te niegues a buscarme porque sos hombre, que te subas al caballo y que seas la reina y el rey del juego de ajedrez, aunque también el alfil para hacerme jaque mate.
Con vos aprendí los misterios de una noche de tristeza, los secretos guardados; aprendí a dormir con calmantes; con vos aprendí a desesperar de llanto, aprendí sobre la sensación de morirme, a temer que no regreses, a que me dejes de querer, miedo a lo que no se dice y a todo lo que dijiste y que no pude olvidar, a que te hieran las cosas que te dije.
Aprendí a resignarme si no ganaba una batalla, a postergarme si necesitabas algo, a descuidarme, a comenzar de nuevo aunque nuestro tiempo juntos fue largo, sólo porque debíamos volver atrás, y repetir de grado porque caprichosamente creía que la próxima sería la vencida, a no comprometerte, a no pedirte nada, a no esperar nada, a perder kilos en una semana, a bajar la mirada y agachar la cabeza, a sentarme en la vereda porque no querías recibirme en tu casa.
Aprendí lo que nunca hubiese querido aprender, aprendí sin pedirte que me enseñes, aprendí todo tipo de vivencias, aprendí todo aquello a lo que siempre le escape.
Con vos aprendí a supeditar lo mío, aprendí a no hacerme cargo, a no reconocer mis falencias, aprendí a ser infiel conmigo misma, a serme desleal, poco franca, a traicionar mi amor propio.
Con vos aprendí a renegar frente al cambio a no apostar a otra cosa, a pensar más en el otro que en mí misma, o sea a abandonar mis deseos o no escucharlos.
A veces esto nos hace sentirnos peor, pensamos en "todo lo que nos podemos hacer en pos de retener un amor". Los amores no se retienen, se tienen o no, creemos que lo peor que nos puede pasar es perder a quien amamos y no nos damos cuenta que lo peor es que se quede quien amamos pero por comodidad o por presión, porque quien decide quedarse y ocupar el rol de permanecer a nuestro lado debe hacerlo sin condiciones.
No hay nada más hermoso que saber amar, sin esperar que el otro nos reconozca, es el otro quien pierde o se pierde de disfrutar del amor concedido y recibido.
Algunas cosas preferimos no haberlas aprendido nunca. El objetivo de conocer lo que nos puede dañar sólo es útil a los fines de experiencias vividas que no deberían ser repetidas, pero a veces no nos damos cuenta que dedicamos mucho más tiempo del que necesitábamos a esa experiencia nefasta, entonces perdemos la capacidad de aprender para adquirir sólo más capacidad de sufrir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario